PRIMERA IGLESIA BAUTISTA HISPANA
PHILLIPSBURG, NEW JERSEY

EL LIBRO DE DANIEL (PARTE 11)

 Textos: 2 Timoteo 3:16 y el libro de Daniel.

 Fecha: 09/22/22

 Enfoque: Madurez Cristiana – 11

 Pastor Josias Lima

 

EL LIBRO DE DANIEL (PARTE 11)

Objetivo: Llevar a los creyentes al conocimiento fundamental del libro de Daniel según la palabra de Dios.

Palabras  clave: Pueblo, postreros días, Israel, Darío, desolación, oración, ayuno, vigilia, Daniel, príncipe de Grecia, príncipe de Persia, arcángel Miguel.

Versículos clave

     He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días. Daniel 10.14                                                                                                        

     Yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, no entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. Daniel 10.2-3

  1. UNA VISIÓN CELESTIAL DE LOS CONFLICTOS TERRENALES (10:1–12:13).

                      La mayoría de los intérpretes concuerdan en que los tres capítulos finales del libro de Daniel constituyen una sola unidad. Han presentado el contenido de esta sección como “La revelación acerca de la aflicción del pueblo de Dios de parte de los gobernadores del mundo hasta la consumación del reino de Dios”.

                       Es una revelación, dada directamente a Daniel por Alguien glorioso que actúa como mediador de la verdad. “Cierta cosa fue revelada a Daniel” (10:1). Este descubrimiento culminante experimentado por Daniel vino a él en el más alto nivel de revelación, mediante la confrontación directa con la divinidad.  Esta experiencia se describe como una teofanía, una manifestación o aparición de Dios. La revelación que contempló Daniel trajo una gloriosa comprensión del poder divino. Al mismo tiempo mostró una escena de trágico conflicto a través de las edades. En 10:1: “Le fue hecha a Daniel una revelación… la verdadera revelación de un gran conflicto.” Esta revelación pertenece en un sentido especial al pueblo de Israel hasta el final del tiempo. En 10:14 leemos: He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días.

  1. Visión de Daniel del Glorioso (10:1–11:1).
  2. La vigilia de Daniel (10:1–3). Cuatro años o más habían pasado desde que Daniel había tenido la experiencia de una revelación por medio de Gabriel. En ese tiempo, Darío el medo estaba actuando interinamente como rey en Babilonia. Ahora Ciro rey de Persia estaba en su tercer año. Daniel, que para ese entonces debe haber sido nonagenario, se lanzó a una vasta campaña de oración. Nuevamente se entregó no sólo a la oración, sino también al ayuno. Yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, no entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento. Tal incomodidad no podía dejar de abrir los portales de los lugares celestiales.
  1. Apariencia del Glorioso (10:4–11).

     Lo que sigue es una revelación a Daniel de un Ser glorioso que nos recuerda lo que vio Juan el Vidente en Patmos (Ap. 1:10–20). Aquí, junto al río Hidekel (Tigris), Daniel vio un varón vestido de lino. En Patmos, Juan vio a alguien semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que le llegaba hasta los pies. Ambos estaban ceñidos de… oro. Ambos resplandecían de la cabeza a los pies con una luz excelsa. Ambos parecían tener ojos brillantes como de fuego, y hablaban con voz como el estruendo de una multitud. La Persona que vio Juan se identificó: “Yo soy… el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”(Ap. 1:18). ¿Quién podría dudar de que Daniel vio, en un contexto diferente, al mismo Ser, el Verbo eterno? Sólo Daniel vio la visión, aunque los que lo acompañaban se maravillaron aparentemente al ver un resplandor y escuchar sonidos. El efecto en Daniel y en Juan fue idéntico. No quedó fuerza en mí confesó Daniel. “Caí como muerto a sus pies” (Ap. 1:17) registró Juan. En ambos casos había sido sobrepasada la capacidad humana para absorber las maravillas celestiales. “Luego que oí la voz de sus palabras, caí sin sentido sobre mi rostro, con mi rostro en tierra” (V.9;). Aunque el profeta se desmayó al oír el sonido de las palabras del mensajero, recobró el sentido tan pronto como se le dio el mensaje de Dios. He aquí una mano me tocó, testificó Daniel. Agregada al toque reconfortante había una palabra de consuelo. Daniel, varón muy amado. ¿Qué palabra más impartidora de seguridad podía proceder de los labios de la deidad?

  1. El Príncipe de Paz y los príncipes del mundo (10:12–11:1).

     Otra palabra consoladora viene de la experiencia de Daniel. El Señor toma nota de nuestras oraciones. Daniel había estado orando tres semanas con santa desesperación. ¿Había escuchado Dios? El Ser refulgente habla: Daniel, no temas; porque desde el primer día… fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mientras Juan vio al Hijo del Hombre en medio de los candeleros, en el círculo de la iglesia, Daniel vio al “hombre vestido de lino” envuelto en una lucha con los gobiernos terrenales. El mismo Cristo eterno que vino a ser revelado a la Iglesia y a través de ella, se ha preocupado también a lo largo de las edades por el curso de la historia humana. No podemos saber qué fue precisamente la lucha de tres semanas con el príncipe del reino de Persia y cuál fue el resultado de esa lucha. Ha de haber sido difícil e intensa, para requerir la ayuda de Miguel. La mayoría de los intérpretes sostienen que, como es usado en esta sección, el término príncipe se refiere a seres sobrenaturales que ejercen influencia especial sobre los asuntos de las naciones. Puesto que el príncipe del reino de Persia así como el príncipe de Grecia están en conflicto con el Glorioso y su ayudante, Miguel, parecería evidente que al menos algunos de esos seres no son ángeles buenos.

     Una de las responsabilidades especiales del arcángel Miguel es el bienestar del pueblo de Israel. Llamado en 10:13 uno de los principales príncipes, se le menciona en 10:21 como Miguel, vuestro príncipe. Judas 9 nos dice que Miguel “contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés”. Asimismo Juan nos dice que Miguel es quien con sus huestes celestiales luchaban contra el dragón y lo arrojaron de las regiones celestiales (Ap. 12:7–9). Este príncipe de los más altos príncipes del cielo, sujeto al Redentor de Israel, está destinado a desempeñar todavía un importante papel en el destino de Israel.

        El Angel de Jehová no sólo confiesa estar en lucha contra Ciro, y prevé un conflicto con el príncipe de Grecia (V.20), sino que revela que en el año primero de Darío el medo, había acudido para animarlo y fortalecerlo (11:1). Así, pues, el Príncipe de Paz lucha contra los príncipes de la Tierra para lograr la realización de sus propósitos.

         En 10:2–19 vemos “El Toque de Dios”, con el texto en el verso 19.

  • El toque de Dios viene a nosotros cuando lo buscamos ansiosamente, 2–3;
  • Viene a nosotros cuando El se torna más real para nosotros, 5–6, 10–12;
  • El toque de Dios trae una nueva visión para nuestra tarea, 14;
  • Nos envía en nuestro camino con nuevas fuerzas, 15–19 (A. F. Harper).
Pastor Josías Lima

Pastor Josías Lima

El Pastor Josias Lima nació en Brasil en 1969. En 2016 se mudó al Estado de Nueva Jersey, EE.UU. con su esposa y sus dos hijos. En abril de 2021, deciden mudarse a la ciudad de Phillipsburg, NJ, con el objetivo de vivir más cerca de la iglesia, en la cual pastorea.

Fue ordenado en una iglesia bautista, en Río de Janeiro, Brasil, en agosto de 1997. Él completó el Bachillerato en Teología y otras carreras. A lo largo de su carrera ministerial, ha actuado como pastor principal y asociado.

Es un cristiano apasionado por los pueblos de habla hispana y por la gracia de Dios, está sirviendo en una iglesia bautista hispana, a personas de diferentes naciones de Hispanoamérica. Está agradecido con Dios por el llamado, por el ministerio, por poder anunciar el evangelio, por ofrecer a otros la oportunidad de aceptar a Jesús como su Salvador y enseñarles a cultivar una relación personal con Dios y con las demás personas.

Lejos de su patria, confía en que servir en esta misión es prioridad, un don que Dios le reservó en la vida nueva, que recibió por medio de Cristo: “…me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8).